Ciencias y Letras son vistas como dos culturas que nos empeñamos en separar. Incluso existe, tristemente, cierto enfrentamiento entre ellas.
Ante este conflicto entre cultura científica y literaria, algunos autores introducen una “tercera cultura”, que pueda servir de nexo entre ambas. Hablaremos concretamente de Snow y de Brockman.
Snow fue el primero en mencionar el término de “tercera cultura”, en su obra Las dos culturas. Una segunda mirada (1963). Previamente, había tratado el problema de comunicación entre las dos culturas (en su obra Las dos culturas, de 1959). Snow observa que hay una división entre la cultura literaria y la científica que lleva a una falta de comunicación entre ambas. Como consecuencia de esto, tanto la ciencia como las humanidades se ven afectadas negativamente. Por esta razón, Snow ve necesaria una tercera cultura, que empieza a vislumbrarse, y que permite comunicar ciencias y letras. De este modo, con esta tercera cultura, no existe unilateralidad, sino que una cultura se comunica y se nutre de la otra y viceversa. Snow ve peligroso que las dos culturas se vean como totalmente independientes. La ciencia está implicada y determina mucho en nuestras vidas, de manera que es esencial que los estudios sociales/humanísticos estén en contacto con la ciencia. De igual modo, los conocimientos científicos pierden sentido y guía sin estar en contacto con la cultura social. Así, la tercera cultura permite que ambas culturas se complementen y avancen.
Mas tarde, en los 90, Brockman retoma la idea de tercera cultura, pero no es la misma “tercera cultura” de la que habla Snow. La tercera cultura de Brockman es llevada a cabo por los nuevos intelectuales comunicadores de ciencia. Son, principalmente, científicos que también plantean cuestiones filosóficas más típicas tradicionalmente de la cultura literaria. De esta forma, los científicos consiguen “acaparar” las dos culturas, formándose la tercera cultura.
Brockman califica a los intelectuales tradicionales (los de letras) de ignorantes en cuanto a temas científicos. Para él, los literatos han sido clasificados como intelectuales debido a que los científicos, hasta ahora, no han sabido defender la importancia de su trabajo y no han conseguido llegar a periódicos y revistas, de modo que no han alcanzado al público general. Así, la tarea de los científicos intelectuales de la tercera cultura es hacer accesibles para el público general los conocimientos científicos, y también los sociales derivados de estos.
Tanto Snow como Brockman encuentran que existe independencia y falta de comunicación entre las dos culturas, y ven que la cultura literaria (considerada tradicionalmente como intelectual) actúa a la defensiva frente a la expansión de la ciencia. A pesar de que ambos autores parten de esta misma idea y que hablan de un mismo concepto (la tercera cultura), el contenido de sus ideas es muy diferente. La tercera cultura de la que habla Snow se basa en la bidireccionalidad y el intercambio y comunicación, consiguiéndose una mejora de ambas culturas. Sin embargo, para Brockman, consiste en una transmisión más unidireccional de los conocimientos científicos. No busca tanto la colaboración entre las dos culturas; más bien, según lo entiendo, da la sensación de que la idea de Brockman tiende a que la ciencia monopolice todas las culturas. En general, los científicos intelectuales de la tercera cultura de Brockman (Jay Gould, Murray Gell-Mann, Paul Davies, Roger Schank, etc.) tienden a desprestigiar a la cultura literaria. Afirman que desde la literatura no se conoce nada de ciencia, y que no es necesaria la cultura literaria tradicional para comunicar ciencia a la población.
Se podría decir que, a partir de una guerra entre las dos culturas, estos dos autores proponen dos soluciones distintas, pero con un mismo nombre: tercera cultura. La solución para Snow es la conciliación y la comunicación, generándose un beneficio mutuo. La solución de Brockman es la victoria de la cultura científica, obteniéndose una tercera cultura “mejor” que las dos culturas previas por separado. Se trata de una cultura científica que inserta elementos que han sido tradicionalmente propios de la cultura literaria y que se entiende como más intelectual.
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