Clásicamente, la racionalidad se asocia con la insensibilidad y la falta de emociones.
Pero, ¿realmente tenemos que dejar la emoción de lado para poder llegar a un pensamiento racional?
En el artículo “¿Cómo están conectadas las principales formas de irracionalidad?”, Hansson menciona que existen emociones esenciales para la racionalidad. Al decir esto, el autor se refiere a que una buena gestión de las emociones, que nos permita ver nuestros errores, aceptar nuevas ideas y buscar la crítica, son esenciales para un pensamiento racional.
En realidad, un pensamiento racional podría considerarse un pensamiento sin emoción ni sentimientos de por medio, en el que únicamente está en juego la razón. Pero esto no parece posible. A falta de esto, sería necesaria una buena gestión y conocimiento de las emociones para llegar a un pensamiento racional.
Por otro lado, veo las emociones como un motor para el pensamiento racional. Algo que nos lleva a buscar explicaciones, a querer entender o a encontrar respuestas. Para llegar al punto de iniciar un pensamiento racional tiene que haber una emoción previa. Puede curiosidad o cualquier otro sentimiento que nos lleve a querer buscar respuestas.
No solo eso. Las emociones impulsan a un pensamiento diferente a cada persona. En principio, esto puede parecer una desventaja para el pensamiento racional, que busca conocimientos objetivos y, por lo tanto, universales y comunes a todos. Sin embargo, esta individualidad permite la evolución, la crítica y los distintos puntos de vista, que son tremendamente útiles en el pensamiento racional, para probarlo, comprobarlo, y juzgarlo.
Por lo tanto, parece que las emociones pueden tener un papel importante dentro del pensamiento racional. Sin embargo, hay que tener en cuenta que éstas pueden ser también peligrosas y convertir el pensamiento racional en irracional, ya que pueden hacernos caer en ideas subjetivas e irracionales (las emociones, a fin de cuentas, son irracionales). La clave parece estar entonces en ser conscientes de la existencia de las emociones. Conocerlas y saber gestionarlas. Así podemos obtener los beneficios de los sentimientos evitando caer en la irracionalidad.
¿Y qué hay de la ciencia? En ciencia el conocimiento se obtiene mediante la experiencia, la razón o ambas. Ya hemos hablado de la razón, pero la experiencia añade una pizca más de emociones a la ecuación. La experiencia sensible está influenciada por las emociones. Los datos observables no son 100% objetivos, sino que las experiencias previas y las emociones tienen un papel que no hay que despreciar.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que, en muchas ocasiones, la ciencia emplea la inferencia a partir de la mejor explicación (IME). La IME es un tipo de inferencia no deductiva basada en aceptar la mejor explicación según los datos que tenemos. En este sentido, influye enormemente la emoción. La mejor explicación es algo que puede ser subjetivo: en función de las expectativas, ideas y sentimientos, “la mejor explicación” puede ser una u otra.
¿Y por qué entendemos que la ciencia es racional si influyen los sentimientos? Lo que permite que la ciencia sea fiable y objetiva es que usa un método que facilita la objetividad. Además, las hipótesis son comprobables, los experimentos son replicables y reproducibles por distintas personas, de modo que las teorías pueden ser universales. Por último, y quizás más importante, en ciencia hay contribuciones y críticas constantes. Esto hace que se convierta en un conocimiento colectivo, basado la contrastación, de manera que se va añadiendo fiabilidad y objetividad a las teorías científicas.
Comentarios
Publicar un comentario