Este post es una nota de suicidio ficticia,
basada en la historia de Fritz Haber y Clara Immerwahr.
Querido Fritz,
Siento haceros esto a ti y a nuestro hijo, pero no puedo más. La discusión que acabamos de tener me ha hecho ver las cosas claras y ahora entiendo que no hay remedio: la ciencia y tú habéis sido corrompidos. No quiero caer con vosotros en esa corrupción y no aguanto más ver tanto sufrimiento y tanto horror, del cual me siento responsable. Tengo que parar esto como sea y no veo más opción que acabar con mi vida.
Siempre he confiado en la ciencia como una herramienta para mejorar el mundo y como un estudio obligado a respetar la vida. Sin embargo, me encuentro aquí, sentada en una sala de mi propia casa mientras escucho el sonido de una fiesta que celebra la muerte de miles de personas a manos de la química. Estas muertes han sido causadas por mi amada ciencia y fomentadas por mi propio esposo. Eso me apena enormemente y rompe todas mis esperanzas y mis ilusiones.
Sé que compartes conmigo la pasión por la química, pero no entiendo cómo no ves que la estáis pervirtiendo. Estás llevando un camino que me horroriza y no he sido capaz de hacer nada para acabar con esto. He luchado mucho para llegar hasta aquí, para poder estudiar química, para poder doctorarme, para poder tener a la ciencia en mi vida. Todo esto para acabar sin desarrollar mi propia carrera como científica y convivir con una ciencia sin moral alguna, rodeada de sufrimiento. Esto es todo lo contrario a lo que quiero. Sabes que creo en una ciencia que respete la vida y ahora veo que ya nada ni nadie respeta a la vida. Quizá esto no me doliese tanto si no estuviera directamente involucrada en ello...
Cuando descubriste el proceso para la síntesis del amoníaco sentí orgullo y vi cómo la ciencia progresaba hacia el bien y hacia la vida, pudiendo ayudar a mucha gente al permitir fertilizantes más baratos, con sus consecuentes beneficios en la agricultura y en la sociedad. Todo cambió cuando decidiste inmiscuirse de lleno en la guerra. Nunca pensé que mi marido desarrollase gases venenosos que matasen a tanta gente, y mucho menos que eso fuese celebrado en mi propia casa. Defiendes que, como científico, tienes un deber con tu patria. Sin embargo, yo creo que, como científicos, tenemos un deber con la vida.
Ahora mismo solo siento impotencia, tristeza, rabia y dolor. No puedo hacer nada para solucionar esto. No logro que entres en razón; veo cómo la ciencia, en la que tantas esperanzas he depositado, va perdiendo sus valores; no logro entender cómo la guerra puede hacer todo esto con nosotros; me apena pensar en el mundo en el que nuestro hijo va a vivir, lleno de horror y muerte. No quiero ni puedo seguir sufriendo de esta manera. Lo siento, pero he perdido todas mis esperanzas y me voy.
Me voy como “traidora de la patria” (como tú me describes), pero para no seguir siendo traidora de la ciencia ni traidora de la vida.
Clara Immerwahr,
2 de Mayo de 1915
Comentarios
Publicar un comentario