Teorías de la conspiración durante crisis sanitarias. (Discursos de la Ciencia en la esfera pública en el S. XXI_Tarea 5)
En situaciones de pandemia como la que estamos viviendo actualmente con la COVID-19 se genera un clima de miedo e incertidumbre que propicia la aparición de noticias falsas, bulos o teorías de la conspiración. Ante momentos de crisis sanitarias, surgen todo tipo de teorías conspiranoicas más o menos originales. Una teoría que nunca falta es la que asume que el agente causante de la pandemia ha sido creado por un grupo de personas con el fin de controlar o destruir a una parte de la población.
Durante esta pandemia, se ha hablado en muchas ocasiones de si el virus fue creado en un laboratorio. Hay teorías de la conspiración que afirman que el virus fue creado para propagarlo por el mundo. El objetivo de este plan sería acabar con parte de la población, generar una situación en la que tenernos controlados y aislados u obligarnos a vacunarnos con una vacuna con la que implantarnos un chip para controlarnos.
Pero estas teorías no son nuevas. Ya habían surgido teorías similares en epidemias o pandemias anteriores. Un caso es el de la peste negra, que afectó a Europa en el siglo XIV. No se conocía el origen de la enfermedad, por lo que la imaginación de la población empezó a inventar teorías. Surgieron rumores de que los judíos habían envenenado pozos, propagando la enfermedad con el fin de controlar el mundo. También se repite el patrón con la gripe española de 1918. En este caso, se culpó al ejército alemán de haber propagado el virus como arma. Otro ejemplo es el virus del SIDA, con el que se ha especulado que fue creado en un laboratorio estadounidense. Hay distintas versiones sobre las razones de la creación y propagación del virus. Algunas proclaman que fue creado para acabar con los homosexuales, otras indican que fue para eliminar a parte de la población afroamericana o acabar con la superpoblación en África.
Estas teorías de la conspiración se utilizan para referirse a teorías alternativas a las oficiales que explican un acontecimiento, y normalmente implican la participación de grupos o personas poderosas o influyentes que pueden tener determinados intereses económicos, políticos o religiosos. Como queda de manifiesto por los ejemplos expuestos, las pandemias y epidemias son momentos propicios para la generación de estas teorías. El hecho de que afecten a gran parte de la población, las incógnitas iniciales, la falta de información y conocimiento científico, el miedo o la necesidad de llevar a cabo medidas a nivel social, son algunos de los elementos que hacen que las epidemias formen un buen caldo de cultivo para las teorías de la conspiración. Dentro de la ignorancia y la desinformación, es muy fácil culpar de un acontecimiento así a ciertos grupos o personas que pueden verse como “los malos”.
Vemos que las teorías de la conspiración son un elemento constante a lo largo de la historia, especialmente en momentos complicados, pero hay un factor importante que hasta ahora no había estado presente y que dificulta más la situación: las redes sociales y la sobreinformación. Las teorías de la conspiración siempre han existido, pero ahora se difunden de manera alarmante. Estas teorías, al igual que los bulos, la desinformación o las noticias falsas, son muy peligrosas, sobre todo si estamos hablando de la salud de la población. Generan desconfianza y dudas en un momento en el que es importante la coordinación y la solidaridad. Además, está en juego la salud de mucha gente, y propagar ideas falsas que solo dificultan la situación supone un peligro de salud pública. Ante esto, educar e informar bien a la población es clave.
Fuentes:
Apuntes de la asignatura “Los discursos de la Ciencia en la esfera pública en el siglo XXI”, Carolina Moreno Castro
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